domingo, 14 de febrero de 2016

Yo fui feliz a ratos largos.

Hablo de aquellos días
de sentir deprisa
querer despacio
de cuando el amor
no era un milagro.

Cuando algo tan grande
como la justicia
y el perdón
cabían en nuestra bolsa del almuerzo.

Salvar el mundo en recreos
Miguel Ríos en el coche
cuandoseaspadrecomeráshuevos
pintar la habitación de verde
colgar globos, correr en triciclo
perderle el miedo a la cucaña
sile, nole, la jerga de los once.
(Un, dos, tres).

La alegría sencilla,
la guardería y Elena
recitar a Espronceda.
Hablo de palabras que duran
abrazos que curan
y gente buena.

(Adónde han ido).

Yo fui feliz a ratos.
Nací en otoño.
Olor a tormenta.
Leche y galletas.
Forrar los libros en septiembre
escribirle a la abuela
cada pocos días;
ver fotos de mamá
y papá
cuando aún
sonreían.
(Chocolate inglés). 

Supongo que entonces el mundo tampoco era tan grande.
Cualquier momento era bueno.
Cualquier lugar era casa.
Aún recuerdo el abrazo con Dani
el amor universal de mi abuela.
Miel y limón
soltarme la coleta.
Y recuerdo el frutero de mimbre
y el olor a avena
y el no saber escribir
la palabra
tristeza.

La risa y el grito
en ti muero
y por ti vivo
cuerpo que habito.

El olor de las sábanas
la casa de Cris
pantalones de pana
flores y agua
cada sol de abril.

De todo lo demás recuerdo más bien poco.
Quien quiera escribir mi epitafio
dispone de dos fechas solamente:
la del día en que te conocí
y la del día en que te marchaste, infancia.
Lo que sucediera antes, lo olvidé.
Lo que suceda ya, carece de importancia.





Mis padres tenían razón.
Y es triste.
El tiempo me lo ha confirmado.
Los hombres mayores no se andan con hostias.
(A la pared).





martes, 9 de febrero de 2016

(Entrada políticamente incorrecta)

Parte II

—Nuestro español bosteza.
¿Es hambre? ¿Sueño? ¿Hastío?
Doctor, ¿tendrá el estómago vacío?
—El vacío es más bien en la cabeza.

Antonio Machado
(Campos de Castilla, 1917)

No sé si hoy llegaré a la extensión mínima o por lo menos adecuada, o si por lo menos éste se parecerá al resto de mis textos. Con que cumpla una de las dos, me doy por satisfecha.
Hoy lo he visto claro. Hoy burlo el mínimo de palabras. Hoy me salto los cupos.
Leí este libro hace más de 3 años, pero jamás me paré a pensar en lo que leía realmente, en lo que querían decir todas esas palabras al juntarse. Hasta que lo retomé hace poco, casi un lustro más tarde, más curtida -eso se da por supuesto-, y totalmente desvinculada a esos pensamientos que me atan a una mente infantil y etérea que ya no existe. Nunca pudimos pensar que lo que andábamos buscando era justo eso. Que estaba ahí. Tan fuerte... tan cerca.
Y supongo que eso también es la magia de los libros. Que son capaces de esperarnos. Que son ellos los que nos retoman.
Sin más florituras.
Cuando algo brilla por sí mismo, hay que dejar que arda, siempre.
Necesitamos que esto estalle.

"Ibuprofeno, 600 mg" por Raúl Vacas. Para los (verdaderos) dolores de cabeza.


Que sepas, Raúl, que a mí también me duele.