lunes, 30 de noviembre de 2015

Entelequia

Me preguntaba el otro día si se desvestirá la lluvia, del mismo modo en que ella nos desviste a nosotros al aullar y golpear con fuerza nuestras ventanas cerradas. Y ya se sabe, si llover y llorar suenan parecido, encuéntrale el sentido...
Recuerdo haber muerto alguna vez en esta orilla. Luego pienso que estás tú. Tú estás aquí. Tú no huyes.
Supongo entonces que el yunque que me aferra a la vida está fuera, lejos de mí. Y que a veces lo encuentro. Sólo cuando me pierdo, claro. O cuando no quiero encontrarme.
Ahí paro de pensar. Concluyo, en fin, que seguiré aferrada la vida, al menos hasta que ella se vaya con otro.

miércoles, 11 de noviembre de 2015

Gaviotas

De verdad que no pensaba volver a escribir sobre esto.
Pero es que hasta las gárgolas se ablandan.
Mereces una revolución bajo tu nombre. Y yo me lo he repetido tanto que he acabado por montármela yo sola.
Tengo un pasado insomne. He querido como el que se arranca las costras. He dejado amores sin usar. He temido cumplir promesas que nunca hice, he vivido con el miedo en el pecho, he guardado balas con tu nombre en la recámara y he afirmado abrochándome la sonrisa que lo bueno de tener el corazón a pedazos es eso, que las flechas, tal como entran, salen.
Queda confesado. Traigo arena entre mis pasos, tapando huecos del pasado. Y desconfío hasta de mis propias manos. Pero me han hecho así, estoy hecha así, como otros están ya hechos a una enfermedad incurable.

jueves, 22 de octubre de 2015

Las fotos

Esta debería ser la historia de una mujer que salió a por un libro y levantó tanto la tierra que le acabaron escribiendo uno. Pero no, esto no es más que la historia de la mujer de los llantos a capella. Una mujer que era más verdad que la lluvia o las mareas. La que a modo de huracán arrasó mi vida desde el principio, y aún no ha acabado. Y por eso la quería. Por eso la quiero. Pero creedme que la he visto en sus mejores y sus peores facetas, y no sé cuándo me gustó más; si cuando la observé proclamándose diosa, o cuando la contemplé confesándose humana.
Voy a empezar desde el principio.

viernes, 2 de octubre de 2015



Me gustaría compartir hoy con ustedes esta imagen con la que (en qué buena hora) me encontré en determinada ocasión.
Quisiera, en primer lugar, que leyeran todo esto con la calma de un domingo de diciembre de esos de café y manta, lluvia y frío, pasión y hogar. De lo contrario, nada de esto sirve. Pido, por anticipado, que si no disponen del tiempo necesario, por favor dejen esta entrada donde la encontraron. Sigan con sus quehaceres y jamás recuerden éste momento de su vida. Las palabras a veces reconfortan. Lo puedo jurar.
A los que se han quedado, gracias. Gracias y lean.
¿Cuántas veces han soñado con algo que de seguro (o eso piensan) nunca tendrán? ¿Y cuántas veces se han dignado a compartirlo con los demás? ¿Y de una manera tan pública como ésta?
Solo dense cuenta de lo poco que cuesta soñar, levitando las certezas crueles y las desgarradoras realidades. Nuestro buen soñador aquí ha querido reflejar su anhelo. Adviertan el poco miedo con el que redacta. Su modestia y su ternura. Sabe que tiene obligaciones, pero no deja que se interpongan en su vida. Antepone sus querencias etéreas a sus ataduras mundanas, y en el caso de que no se cumplan, cerrará el círculo, seguirá el ciclo y él volverá, como dice, en cinco minutos.
Cinco minutos bastan para soñar toda una vida. Inquebrantable, infranqueable. Inexpugnable y soñador. Fugacidades transitorias y demás infinitudes.
Saquemos como consecuencia, lo necesario que se hace en nuestros tiempos vivir con la cabeza llena de pájaros. Aunque con los ojos siempre abiertos. Por favor... no crean esas majaderías. Resístanse a resignarse al sueño controlado, a las almas encadenadas, a las mentes enjauladas y las bocas cerradas con llave. Y entiendan que, si hay algo realmente más importante que saber soñar despierto, es saber vivir soñando.